Cuentos de la pampa
La Guagua Vampiro, el Descabezado y el Perro Negro son algunas de las cientos de historias, algunas ciertas y otras adaptadas, surgidas al calor de tertulias realizadas en las abandonadas oficinas salitreras. El surgimiento de estos mitos y leyendas son atribuidos a las especiales condiciones de vida de los trabajadores. Según testimonios, hasta los años 60 la prevención de riesgos era un concepto desconocido y las jornadas laborales solían extenderse a 18 horas, en faenas realizadas en precarias condiciones.
Esta realidad, agregada a la vida bohemia de los trabajadores y el alto índice de mortalidad infantil por ausencia de atención pediátrica, fue campo propicio para las historias.
A esto hay que sumar que los "viejos", como se hacían llamar los trabajadores, eran mentirosos y gustaban mezclar la realidad con su imaginación, sin que nadie los rebatiera.
Tras el cierre de las salitreras, la tradición oral se encargó de mantener vivas esas leyendas, algunas de las cuales contamos a continuación.
La Guagua Vampiro
Enamorada por un afuerino de vacaciones en la oficina José Francisco Vergara, una jovencita del lugar quedó embarazada. Presa de rabia, el padre de la afectada juró que apenas naciera el niño, éste tenía que ser abandonado en la pampa. Meses después, el recio minero cumplió su promesa, dejando al varón recién nacido en un cerro en las afueras del campamento. Como muchos aseguraron haber escuchado durante días el llanto de una guagua en ese sector, un grupo fue a investigar. Se encontraron con la escalofriante escena de una guagua muerta, con su boca abierta en donde resaltaban dos grandes colmillos. Su rictus era demoníaco y la gente observó sangre en sus labios. Asustados, decidieron enterrarla. Hasta nuestros días, cuando en la oscuridad de la noche pampina se escucha el llanto de un infante, se dice que por las cercanías se encuentra la guagua vampiro...
El Descabezado
Narra el drama de un trabajador que murió en una explosión. Sólo se encontró su cuerpo decapitado, el que fue enterrado. Cada noche de luna llena, su fantasma recorre las casas de las oficinas salitreras para buscar su cabeza. Incluso se le atribuyen crímenes.
La Rubia Demoniaca
Durante los años 50, en la oficina Pedro de Valdivia vivía una bella mujer de larga cabellera rubia. Desde que una fulminante enfermedad le quitó la vida, en las salitreras se cuentan historias de raras visitas a casas pampinas. Luego que le abren la puerta, entre sollozos convence a los moradores que se le deje dormir ahí. El problema es que, bien entrada la noche, desde la habitación en donde se supone descansa, surgen estruendosas risas con acento demoníaco y lastimeros llantos. También sale un nauseabundo olor y un penetrante frío y, finalmente, se escuchan extrañas discusiones. Dicen los ancianos que las risas provienen de la alegría que le provoca a la muerta ingresar a un hogar mediante el engaño y que los llantos se deben a que no encuentra a su familia. El hedor, en tanto, es porque su cuerpo lleva mucho tiempo sin vida; el frío, por el mundo en que vive, y las conversaciones son con la muerte, que siempre acompaña a la desdichada rubia.
El Alicanto
Era también el sueño de calicheros y mineros. Es un pájaro de gran tamaño que se alimenta de oro y plata, por lo que sus alas resplandecen de noche y de día. No puede volar, pero si se percata de que es seguido, despliega sus enormes alas y encandila al ambicioso cazador, desorientándolo en el desierto y abandonándolo a su suerte.
El Perro Negro
Deambula por la pampa con sus grandes ojos rojos y una maciza cadena de oro colgando del cuello. Dicen que es el guardián de la veta más rica de oro en el mundo. Quien logre seguirlo y observar dónde escarba debe dejar un puñal con la punta bien afilada para asegurarse de la ubicación de la veta.
El Pije
Un peculiar invitado de piedra en las noches de juerga. Era un hombre alto que vestía impecable frac negro, sombrero de copa y bastón con empuñadura de oro. Su aparición era sinónimo de buen augurio en los festejos. Quienes lo encontraban veían en sus ojos negros y profundos una señal de confianza en que la noche transcurriría sin sobresaltos.
Juanito de la Pampa
Abandonado en pleno desierto por una madre presa de la desesperación que le produjo un embarazo no deseado, el frágil cuerpo de un sietemesino fue descubierto sin vida por habitantes de la oficina José Francisco Vergara en una pequeña caja de zapatos. La población, conmocionada por el hallazgo, decidió dar una sepultura respetable a tan desdichada criatura, cuyo desamparo y trágico sino se mezclaban con la incertidumbre de la verdadera identidad de su madre, nunca descubierta. Bautizado el día de su funeral por el cura del campamento, "Juanito de la Pampa" se convirtió en un menor mártir, milagroso y protector de los demás niños. Es muy conocida entre los pampinos la estrofa en la cual se implora su ayuda y que aparece en su lápida: "La maldad de mi madre, fue haberme abandonado; la gratitud de la gente, fue haberme sepultado".
Buscadores de riquezas
Un grupo de buscadores de riquezas en la pampa se encontró con un anciano completamente vestido de negro, al que interrogaron sobre la ubicación de vetas de oro. "Lo encontrarán cuando vean al príncipe de las tinieblas, Lucifer", fue la respuesta. Poniendo la codicia por sobre el miedo, al tiempo volvieron con sus mujeres e hijos. Un día, los pequeños divisaron un asno, al que sus padres atraparon. Nadie se dio cuenta de que el animal aumentaba rápidamente de tamaño mientras no lo miraban. En un momento, cuando los menores lo montaron, el cuadrúpedo se alejó a toda velocidad, dejando en evidencia su demoníaca identidad: era el diablo que se llevaba a los niños. Sólo el desesperado grito "¡Ave María!" de una de las madres, hizo desaparecer al animal, cayendo violentamente los pequeños al suelo. Esas familias nunca más volvieron al desierto a buscar riquezas.
El Panteonero
En 1955 murió el que por 30 años había sido el panteonero del cementerio de la oficina Chacabuco. Su partida conmocionó al pueblo, ya que no se encontraron explicaciones para el fallecimiento y se supo que durante los últimos días estuvo extrañamente introvertido e irascible. Muchos asistieron a su entierro y más se sorprendieron al día siguiente, cuando el ataúd apareció sobre el nicho. Se cuenta que no murió en paz, ya que esto se repitió varios días hasta que los nuevos panteoneros aseguraron con metal su sepulcro bajo tierra. Cada 13 de noviembre, la fecha de su muerte, todos evitan el camposanto, ya que se dice que en el lugar se escuchan aullidos, quejidos y gritos infernales, además de que las flores de los demás enterrados amanecen quemadas y sus lápidas chamuscadas.
La Anciana Pianista
A principios de los años 60 falleció una querida y anciana profesora de la escuela "República del Ecuador" de la oficina Coya Sur. Durante muchos años enseñó música en un vistoso piano alemán. Su devoción por el instrumento era tal que dedicaba gran cantidad del tiempo a su cuidado, en una compensación al hecho de haber dedicado su juventud a la enseñanza en detrimento del amor. Los niños la adoraban y los grandes sentían un gran respeto por ella. La muerte le sobrevino en momentos en que tocaba el piano, exhalando abrazada a él. Coya Sur cerró en 1981 y todos los implementos de la escuela fueron enviados a María Elena, donde circularon historias sobre los "conciertos" que sin explicación se escuchaban en ciertas noches. Aunque nadie se asustaba, porque atribuían estas sobrenaturales presentaciones a la buena anciana de Coya Sur, enamorada de la música y de su querido piano.
El Castigo del Santo
Unos cincuenta integrantes de las comparsas de la oficina Santa Rosa de Huara querían bailar, rezar y rendirle homenaje a su patrono San Lorenzo en su día -el 10 de agosto de 1937- , para lo cual solicitaron al administrador Carlos Petersen no trabajar en esa ocasión. Pretendían dedicarle largas horas al milagrero y visitarlo en su santuario de la vecina quebrada de Tarapacá. Pero el jefe los recibió con una rotunda negativa. Quedaron con los crespos hechos y con sus vestimentas especiales puestas: de pieles rojas, de morenos y de chunchos. Salieron indignados, descargando toda su ira sobre el caliche que golpeaban incesantemente. San Lorenzo había quedado sin mandas pagadas, ni flores ni cirios encendidos. Santa Rosa de Huara tenía 5 mil habitantes. Contaba con iglesia, almacenes, casa de bailes y hasta prostíbulos. Al frente, la maestranza. Fue por allí donde se inició la tragedia aquel día de la negativa laboral. Primero, una explosión en la cancha de salitre, y luego el fuego extendiéndose hasta los estanques de petróleo. El saldo de ese infierno fue llorado por toda la población: cuatro muertos y siete lisiados dejó el incendio. "Fue un castigo del santo".
LA VIUDA
Pero al viajar a través de los enigmas del desierto, también hay sorpresas que demuestran la delgada línea entre la fantasía y la realidad. Es el caso de "la viuda" de María Elena que por años asoló a los transeúntes que cruzaban el sector de las canchas sindicales ubicadas al oriente del pueblo. Muchos la vieron y sufrieron sus ataques. Ella no sólo se limitaba a asustar ya que de una vez era capaz de arrebatarle todas las pertenencias a sus víctimas que, preferentemente, eran hombres "pasados de copas". Su presencia desató un verdadero pánico colectivo que dejó inerme a la policía y obligó a la empresa a contratar una brigada especial de investigadores. Sólo después de varios meses se logró aclarar el enigma... aprovechando su conocimiento de las diligencias uno de los carabineros que allí prestaba servicios por las noches se disfrazaba con una capa negra para perpetrar sus fechorías